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Ascension de Jesucristo, de
Salvador Dalí, 1958. Colección de Juan Antonio Pérez Simón. |
LA ASCENSIÓN DE JESUCRISTO A LOS CIELOS
Publicado en el folleto de las Primeras Comuniones
de la Parroquia de la Asunción de Nuestra Señora de Cabanillas (Navarra)
celebrando la solemnidad de la Ascensión del Señor Jesucristo,
el domingo 20 de Mayo del año del Señor, 2012.
de la Parroquia de la Asunción de Nuestra Señora de Cabanillas (Navarra)
celebrando la solemnidad de la Ascensión del Señor Jesucristo,
el domingo 20 de Mayo del año del Señor, 2012.
El pronunciado escorzo de Cristo
imprime a la obra un marcado dinamismo ascensional. El dramatismo del
acontecimiento se sitúa en un marco mítico en el que Cristo resplandeciente se abre
paso disipando los oscuros y amenazantes nubarrones de la tormenta que se
enseñoreaba de la tierra. Esta batalla se acentúa por las manos crispadas de
Cristo que se abren paso rompiendo las coyundas de la muerte, haciendo estallar
las impenetrables y densas tinieblas. El Señor resucitado es aquel que entregó
su vida en el altar de la cruz: su postura nos evoca el sacrificio. Echamos de
menos los estigmas, atendiendo a sus palabras: “Mirad mis manos y mis pies, soy
yo mismo” (Lc 24,39). No obstante, la crispación de dolor que expresan sus
manos nos recuerdan que fueron taladradas por la injusticia. Cristo entra
victorioso en el misterio trinitario de Dios, simbolizado no sólo
figurativamente sino mediante el triple círculo y un núcleo atómico como fuente
de la energía, sugerido por una esfera de girasol. Su inflorescencia adopta una
espiral de Fermat, que sabemos sigue la disposición aurea, subrayando su
carácter de fuente primera y creadora. Pero no sólo eso, el simbolismo solar
aureola a Cristo e ilumina al mundo sumido hasta entonces en las tinieblas,
cumpliéndose plenamente la profecía de Zacarías, padre de Juan Bautista: «Por
la entrañable misericordia de Dios nos visitará el sol que nace de lo alto,
para iluminar a los que viven en tinieblas y sombras de muerte...» (1,78s.) La
tierra no aparece porque el diluvio la ha anegado, pero hoy es el día en el que
Cristo entra en las entrañas de nuestro Dios, iluminando y poniendo límite a
las aguas oceánicas que sumergían la tierra, bajo su manto oscuro.
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