viernes, 3 de abril de 2020

¡No tengáis miedo!



ANTE LA PANDEMIA POR CORONAVIRUS, COVID 19
DÍA VIGÉSIMO SEGUNDO
DESPUÉS DE LA DECLARACIÓN DEL ESTADO DE ALARMA
4 de Abril del Año del Señor, 2020



Desde Navarra, con muchísimo cariño, y unidos, no sólo por los sentimientos del corazón, que vibra empáticamente con el de nuestros semejantes, sino también y sobre todo porque somos parte de la comunión de los santos, injertados en Cristo, Señor de vivos y muertos, creador y cosmocrátor, alfa y omega, va para todos los hermanos, nuestra mano tendida, nuestro abrazo fraterno, nuestro beso efusivo, nuestro saludo de paz, con una jotica brava y entusiasta.


«No creas que porque canto tengo el corazón alegre. Que soy como el pajarillo que si no canta se muere...»


Este canto brota de una convicción de fe: pase lo que pase vivimos bajo la providencia divina, porque ninguno de nuestros cabellos caerá sin que el cielo lo permita. «Por eso, no tengáis miedo», dice el Señor (Mt 10,31).


En esta calamidad que nos aflige, y no es nada lo que nos golpea a nosotros para lo que está haciendo y va a hacer en el tercer mundo..., nos abandonamos en Dios, como los niños en el regazo de su madre, alentados por las palabras del salmista:


«No temerás el espanto nocturno, ni la flecha que vuela de día, ni la peste que se desliza en las tinieblas, ni la epidemia que devasta a mediodía. Caerán a tu izquierda mil, diez mil a tu derecha; a ti no te alcanzará» (Sal 91).


Y somos tan atrevidos y osados que miramos a nuestro enemigo de frente, como antaño hiciera el pueblo de Dios cuando abandonó el país de la servidumbre, con la serpiente de bronce que colocó Moisés a la vista, en lo alto, sobre el estandarte…


Y nos unimos en un coro que canta con el apóstol en esta Cuaresma singular, hosca pero auténtica: «...A los que aman a Dios todo les sirve para el bien... Porque a los que había conocido de antemano los predestinó a reproducir la imagen de su Hijo, para que él fuera el primogénito entre muchos hermanos» (Rom 8,28ss)


Sí, es nuestra oportunidad de responder como heraldos de Cristo, crucificados como él, peregrinando por el camino del servicio, de la alegría y de la fraternidad. Y cantaremos con el salmo: «¿Cómo pagaré al Señor todo el bien que me ha hecho? Alzaré la copa de la salvación, invocando su nombre» (Sal 116).

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