domingo, 4 de agosto de 2019

Atentado de las Ramblas de Barcelona

Dolor ante el atentado de las Ramblas de Barcelona en el año 2017

ANTE EL ATENTADO DE LAS RAMBLAS DE BARCELONA


No hay palabras para expresar tanto dolor.
La masacre de Barcelona me ha dejado perplejo,
todavía no me lo creo, creo que no será verdad.

Sin embargo, los medios de comunicación
no dejan de imponernos la noticia,
cada vez con más contundencia.

Busco las víctimas en mi imaginación
y no encuentro el rostro de ninguna.
¿Dónde están? ¿quiénes son?

Podría ser cualquiera de tantas personas
que viven o visitan Barcelona,
tantos que mejor no pensar.

No pensar a quién le ha jugado una mala pasada
este destino aciago que no va armado de guadaña
sino de pensamiento fanático yihadista.

Abrir la puerta a la muerte
y que se cebe buscando presas
igual que jugando a la ruleta.

No importa el quién sino cuántos:
da lo mismo que sean niños que ancianos,
jóvenes soñadores que parejas de enamorados.

Todos paseaban por las Ramblas,
un caleidoscopio multicolor de culturas y razas,
de modas, estilos, pensamientos y gustos.

El escenario confiere un plus de crueldad al atentado:
Las Ramblas son el escenario emblemático
de una ciudad abierta al mundo de par en par.

El fanatismo pretende cerrar puertas,
quiere levantar muros
para emparedar a los diferentes.

Si algo grande tiene la globalización
es que viene a subrayar la igualdad de los seres humanos,
y el amor es el único lenguaje para entendernos.

Sí, nuestra llamada, la vocación profunda del ser humano,
aunque la desmientan nuestros actos, es la fraternidad universal,
y a esta «ciudad de fraternidad» sólo se llega por el camino del amor.

Las Ramblas han sido el lugar paradójico
para que estos muyahidines desquiciados
quieran cercenar un ensayo humilde de convivencia fraternal.

Mi mente vuela pensando en muchas personas,
de aquí y de todas las partes del mundo,
que estarán desesperadas en la incertidumbre.

Saben que un hijo o un amigo, su hermana o su madre
había ido al puerto pasando por las Ramblas
o paseaba por ellas admirando un zoológico humano espectacular.

Dios, ¡cuánto dolor y sufrimiento!
La sangre de tantas personas derramada en Barcelona
se mezcla en el lagar del sacrificio absurdo

con la de otras que ya han sido trituradas
igual en nuestras ciudades occidentales
como en las más desconocidas de Asia o de África.

La sangre es roja y es la misma para todos los seres humanos
y grita al cielo, como antaño la de Abel,
porque no quiere que este sacrificio absurdo sea en vano...

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