viernes, 17 de abril de 2020

...soñé ¡bendita ilusión!

Dibujo de Javier Gay Lorente para ilustrar el libro "Viaje alrededor de la Luna"
continuación de "De la Tierra a la Luna" de Julio Verne



Con una ilustración de Javier Gay Lorente
y una poesía de Antonio Machado
nos entregamos en los brazos reconstituyentes y rehabilitadores del sueño:


Anoche cuando dormía
soñé ¡bendita ilusión!
que una fontana fluía
dentro de mi corazón.
Dí: ¿por qué acequia escondida,
agua, vienes hasta mí,
manantial de nueva vida
en donde nunca bebí?


Anoche cuando dormía
soñé ¡bendita ilusión!
que una colmena tenía
dentro de mi corazón;
y las doradas abejas
iban fabricando en él,
con las amarguras viejas,
blanca cera y dulce miel.

Anoche cuando dormía
soñé ¡bendita ilusión!
que un ardiente sol lucía
dentro de mi corazón.
Era ardiente porque daba
calores de rojo hogar,
y era sol porque alumbraba
y porque hacía llorar.
 

Anoche cuando dormía
soñé ¡bendita ilusión!
que era Dios lo que tenía
dentro de mi corazón.
 

¡Dios os guarde y os bendiga,
amigos del alma!

domingo, 12 de abril de 2020

Como a las mujeres...

Placa de márfil de principios del siglo X para decorar e ilustrar un manuscrito para uso litúrgico. Representa a las tres mujeres santas que se dirigen al sepulcro de Cristo al amanecer del primer día de la semana para embalsamar su cuerpo, cuando se encuentran con ún ángel sentado sobre la piedra que cerraba la entrada de la tumba. Este les dice que Cristo no está ahí enterrado sino que va delante de todos a Galilea. Mientras, los soldados romanos confiesan que se han quedado dormido durante la noche y los discípulos han robado el cuerpo.

HOMILÍA EN EL DOMINGO DE PASCUA
Confinados por la pandemia del COVID 19

en el día trigésimo después de la Declaracióndel Estado de Alarma
Fontellas, 12 de Abril del Año del Señor,
2020



Como a aquellas mujeres fieles y agradecidas
que acompañaban a Jesús
en su peregrinación anunciando el Reino de Dios
y le servían con sus bienes
después de haber sido rescatadas de la oscuridad…
 

Como a la atareada y desbordada Marta
que llora desconsolada
cuando la muerte quiebra su armonía familiar,
y se atreve a escuchar la voz susurrante e imperiosa:
«Yo te digo que si tú crees verás la gloria de Dios…»
 

Como a María de Betania,
que sentada a los pies del Maestro
acogía su Palabra y la meditaba en su corazón,
pero se levanta deprisa al sentirse sola y desterrada
para ir corriendo a su encuentro…
 

Como a la hermosa mujer samaritana,
sedienta de felicidad
pero harta de ofertas falaces y efímeras,
que, interpelada por Jesús en la intimidad del pozo de Jacob,
se siente desconcertada y fascinada: «Yo te daré agua viva…»
 

Como a María de Nazaret
cuando fue sorprendida por el ángel del Señor
y mostró su estupor por la elección y el proyecto divino,
para ser consolada y afianzada en su fe,
porque para Dios nada hay imposible…
 

Como a las mujeres inquietas y desasosegadas
que en la madrugada del domingo
se dirigen al sepulcro para velar al Amor de los amores,
arrancado de la tierra de los vivos
y arrojado como un despojo ante quien se vuelve el rostro…
 

No podemos conciliar el sueño
en esta noche oscura que vivimos,
en el silencio de Dios,
en la impotencia de los príncipes de este mundo,
en la desolación de los pueblos.
 

Arrancados de nuestra rutina,
derribados de nuestra soberbia,
desenmascarados de nuestra hipocresía,
desnudados por nuestras pretensiones divinas,
vagamos en la noche oscura.
 

Llueve mansamente en esta noche larga
y nos está calando hasta los huesos,
miramos a un lado y hacia otro ansiando una respuesta,
hacia arriba, donde los dioses moran,
y hacia abajo, un teatro de títeres y apariencias…
 

Entre el insomnio, el desvalimiento y la angustia,
recordamos los cuentos y las leyendas
en torno a una fogata de campamento las noches de plenilunio,
los amaneceres de nuestra juventud
después de una noche larga de amigos, amores y aventuras…
 

Queremos huir, regresar a nuestra inconsciencia de antaño,
pero la realidad nos vuelve a poner los pies en la tierra
sin compasión, terca y obstinadamente.
Arrebatados por una fe vacilante, igual que las mujeres,
nos ponemos en camino hacia la tumba de Jesús.
 

Escuchamos musitar en nuestro corazón
como un estribillo incesante
unas palabras inquietantes y estremecedoras:
—«¿A quién buscáis?»
—«No está aquí, ¡ha resucitado!»
 

Como las mujeres nos atrevemos a acoger
en nuestras entrañas, nuestra tierra en tempero,
estas palabras de aliento,
palabras que dan sentido y abren camino,
palabras de esperanza y vida eterna.
 

Levantamos en esta Pascua del Señor
nuestra copa rebosante de sangre y anhelo,
de estigmas sangrantes y pábilos vacilantes,
de hermanos que sufren y hermanos que esperan,
y pregonamos a voz en grito, como una sola persona:
 

«Toda mi vida te bendeciré
y alzaré las manos invocándote…
…Nos ha visitado el sol que nace de lo alto
para iluminar a los que viven en tinieblas y en sombra de muerte,
para guiar nuestros pasos por el camino de la paz».

martes, 7 de abril de 2020

Hay esperanza en el ser humano

En marzo de 2010, Jacqueline Nyetipei Kiplimo participó en el Zheng Khai Internacional maratón (42,5 millas), en Zhengzhou City, China. El mundo se sorprendió por cómo Jacqueline aminoró el ritmo, sacrificando su propia victoria, para ayudar a un atleta discapacitado chino

ANTE LA PANDEMIA POR CORONAVIRUS, COVID 19
DÍA DÉCIMO CUARTO DESPUÉS DE LA DECLARACIÓN DEL ESTADO DE ALARMA
24 de Marzo del Año del Señor,
2020


Como en todas las guerras hay muchos desaprensivos que hacen negocio pero estamos viendo, no menos casos, de gente generosa que entregan lo mejor de sí mismos para aliviar tanto sufrimiento y salir cuanto antes de esta calamidad. Entre los primeros vamos viendo muchos rateros que desvalijan talleres, instalaciones deportivas, almacenes sanitarios; políticos arribistas que solo siembran cizaña y que, del árbol caído sólo les interesa hacer leña, y no dejan de acusar y estigmatizar a los rivales para desviar la atención de su propia responsabilidad e ineptitud; mercaderes que venden a su madre y se aprovechan de la desesperación ajena para vender gato por liebre e inflar los precios; gestores egoístas de lo público y lo privado que sólo procuran para sí y su clan (patria, cultura, familia y nación) según principio «sálvese quien pueda» y no dan un paso que pueda comprometer su integridad, etc. Entre los segundos, que, dicho sea de paso, meten muchísimo menos ruido, encontramos a una multitud ingente de gentes de toda raza, lengua, religión, cultura y nación que llevan la palma de los vencedores. Su patria y su familia, su religión y su cultura, su fe y esperanza es el mundo sin fronteras. Lo estamos viendo todos los días, como un ejército de hormigas silenciosas, porque «perro ladrador...» y cuyo lema es «obras son amores». Son los que están haciendo de este mundo un lugar digno para vivir, donde merece la pena vivir. No reciben aplausos pero tampoco los buscan, no tienen reconocimiento ni ahora ni cuando el fragor de la batalla termine, nadie les premiará por nada y no tendrán compasión de ellos ni se les permitirá ninguna licencia cuando despertemos de esta pesadilla. Son los héroes anónimos, el pueblo inmenso de todos los santos, la sangre vital y caliente de nuestro mundo, aquellos que hacen cierta esta convicción que expresaba Albert Camus, escritor francés y premio Nóbel Literatura, en su obra «La peste»: «Yo quiero testimoniar a favor de los apestados, para dejar por lo menos un recuerdo de la injusticia y la violencia que les ha sido hecha y para decir simplemente algo que se aprende en medio de las plagas: que hay en los hombres más cosas dignas de admiración que de desprecio».