martes, 16 de septiembre de 2014

Bendición de los crucifijos

Cruz de canecillo de la iglesia de San Juan de Jerusalén de Cabanillas (Navarra)


Dios nuestro,
que tanto amaste al mundo
que nos entregaste a tu Hijo único
para que no perezca ninguno de los que creen en él,
sino que tengan vida eterna.


Mira a tu pueblo humillado
que habiendo sido rescatado de la esclavitud del pecado
y convocado a una meta de libertad,
tiene el alma seca, zarandeado mortalmente
por la nostalgia de la mesa de la abundancia
que se sirve en el país de la servidumbre.


Aquí nos tienes levantando los ojos
al Señor elevado del humus de la tierra
y pendiente de un madero
porque hizo suya la causa de los desheredados
compartiendo su suerte desde su nacimiento
hasta su muerte de cruz.


Como los perrillos al pie de la mesa
aguardamos expectantes
tu misericordia y fidelidad,
tu gracia reconstituyente y restauradora
que nos encamine hacia la tierra de promisión,
tierra que mana leche y miel, hogar de fraternidad.


Bendice, Señor, estos crucifijos que presentamos
y que siempre nos recuerden la llamada del Maestro:
“El que quiera ser discípulo mío tome su cruz y sígame
Porque quien conserve su vida, la perderá;
pero quien entregue su vida por mí y por el Evangelio, la vivirá.
¿De qué le sirve al hombre ganar el mundo entero si arruina su vida?”


A ti, Dios nuestro, que te encontramos con el corazón desgarrado
asistiendo a la ejecución injusta de tu único Hijo,
y sigues derramando tu Espíritu Santo
del costado abierto de nuestro Salvador,
sea la bendición, la gloria y el honor por los siglos de los siglos. AMÉN.


(Oración tomada de la liturgia para bendecir los crucifijos en la Iglesia románica de San Juan de Jerusalén de Cabanillas, villa de Navarra, en la fiesta de la Exaltación de la Santa Cruz)

viernes, 29 de agosto de 2014

Un navarrico en la escuela

Colectivo "Tresmontes" que ha recuperado el paloteado de Cabanillas
en la fiesta de San Roque del año del Señor, 2014
UN NAVARRICO EN LA ESCUELA
 Saludo del párroco en las fiestas patronales
en honor de San Roque de Montpellier
tomado del programa oficial de festejos de Cabanillas (Navarra) del 2014

Fue una idea genial y felizmente acogida por la gente la que promovió el pasado 28 de Junio la jornada de las Asociaciones de Cabanillas.

No es de extrañar que el eco sea tan grande porque si algo llama la atención, a propios y advenedizos, es el talante asociativo de sus vecinos.

La iniciativa partió de una joven asociación nacida hace dos años con el ánimo de revitalizar, cultivar y promover el folclore y las tradiciones propias de nuestra tierra, una digna tarea que, seguro, enorgullece a nuestros antepasados, que en paz descansen en el cielo de los bienaventurados.

No hace falta ser un lince para comprender la satisfacción que sentirán los paisanos nuestros que nos precedieron viendo a sus vástagos cómo toman su relevo y prolongan en la historia su cultura y tradiciones, las mismas que dieron sabor y sentido a su existencia.

El topónimo bardenero de «Tres Montes» sirvió para bautizar a este colectivo que emprendía ilusionado su tarea, al principio en tres frentes de batalla: los gigantes, los gaiteros y los dantzaris.

Los gigantes hicieron su puesta en escena en la fiesta de San Roque del año 2012 y reclamaron para sí los nombres de «Carmen Mateo», una mujer abnegada que ha quedado en la memoria agradecida de nuestra villa por su servicio desinteresado a niños, mayores y a los de en medio, en prácticamente todas las parcelas de la vida ordinaria; y de «Peio Anaut», un pastor euskaldún del valle del Roncal que llegó con su rebaño trashumante hasta las Bardenas Reales.

Un año más tarde, y en la fiesta de la Asunción de Nuestra Señora, titular de nuestra Parroquia, una parejica de gigantes adolescentes se empadronaron en nuestra villa, y para rendir tributo de reconocimiento a la Asociación de «El Paso», tomaron para sí los nombres de «Romano» y «Romana». Sus artífices fueron una colección de voluntariosos artistas de nuestra villa.

Desde entonces, estos gigantes se han hecho dignos del nombre de cabanilleros pues no han dejado de animar con sus vistosas danzas las procesiones de nuestro santo patrón, que sigue saliendo a nuestras calles tres veces al año con un anuncio muy claro: «Si volviera a nacer volvería a dar mi vida por los apestados; sé muy bien que la medicina ha erradicado esta temible enfermedad pero hay tantos marginados cuya desgracia bien puede ser considerada semejante a la peste…»

No sólo las procesiones sino un sinfín de eventos festivos como las jornadas micológicas o la referida de las Asociaciones de la villa, además de más de una decena de participaciones en certámenes festivos de gigantes de la Merindad, en Tudela, Ablitas, Valtierra, Fitero y Fustiñana; y allende nuestro Reino de Navarra, por ejemplo, en Donostia; llevando la representación social de la villa bien lejos de nuestras mugas.

Los gigantes, al igual que nosotros, danzan al ritmo que marcan los gaiteros y tamborreros. ¡Qué vistosa es la danza y cómo nos cautiva y embelesa! Los músicos, con sus gaitas y tamboriles, nos arrebatan en un torbellino de pasiones, cuando nos invitan a bailar la Jota de Tudela, el baile de la Era, un zortziko o el Zazpi Iautzi.

Si impresiona la música de las gaitas, con su timbre penetrante y agudo, mientras desfilan, cuando tocan en colaboración sinfónica con la banda de Murchante en la Plaza Consistorial, la sensación llega al paroxismo del deleite. Ya sabéis, un gaitero perfila la melodía otro le hace el dúo mientras el tamborrero imprime el ritmo.

Grande es la vitalidad de esta Asociación porque cada año nos sorprende con una o dos novedades de mucho relieve. Hemos acogido con agrado la organización de muchas marchas, de esas que nos llevan a descubrir el valor de la naturaleza y a amarla como se ama el hogar donde vivimos: Tres Montes y la reserva natural del Rincón del Bu y el balcón de Pilatos. Otras marchas nos han llevado a lugares con un desconcertante eco histórico, como el barranco de Peñalén en los montes de Funes, donde los ríos Arga y Aragón se funden en concierto de amor indisoluble; allí fue despeñado el rey navarro Sancho IV el 4 de junio de 1076. No han faltado las marchas por el dique del Ebro, admirando tantos esfuerzos de nuestros antepasados para proteger las huertas de las avenidas imprevisibles del Ebro; y al Moncayo, que se yergue siempre señorial sobre las tierras castellanas, aragonesas y navarras.

Si estimamos como un valor irrenunciable la protección de nuestros ecosistemas biológicos y cuidamos son exquisitez nuestra fauna y flora autóctonos, ¿cómo no habíamos de amar y proteger nuestra cultura y tradiciones? Si no lo hiciéramos no seríamos dignos hijos de nuestra madre y nuestra tierra. «Mirando el mapa lloró un navarrico en la escuela, porque pintaron pequeña la tierra que tanto dio.»

Nuestra vida se explica desde un diálogo productivo entre nuestra genética y nuestra cultura. Despojarnos de una u otra significa estar abocados a la extinción. No es broma ni consideración baladí, un pueblo que olvida su historia, tradiciones y cultura está sentenciado a su desaparición. Y cualquier mirada al pasado naufragará en la nostalgia, será un desfile descomprometido de arqueólogos, una visita aséptica de turistas o una lectura interesada de aquellos que siguen entendiendo no sé qué patria como una unidad de destino en lo universal.

Suele pasar, las culturas dominantes siempre fagocitan a las débiles, ¿no es la ley de la evolución descrita por Darwin y aplicada a la vida social?

Así pues, es de justicia que demos la bienvenida de corazón y con nuestro agradecimiento más sincero a esta Asociación «Tres Montes» que viene a ocupar este relevante papel en la vida de nuestra villa para proteger su denominación de origen.

En vilo esperamos que estas fiestas patronales, que nos disponemos a estrenar, sean ornadas y enriquecidas con el primoroso y elegante paloteado que los dantzaris de Tres Montes llevan tiempo ensayando.

En estos tiempos aciagos que nos toca vivir queremos entonar nuestro canto al asociacionismo, que vertebra la vida de todos los pueblos. Y queremos gritar con San Roque a la cabeza, cuando todo el mundo parece que va a su bola y el que no corre vuela, cuando el miedo paraliza y algunos se empeñan en dividir para someter, que merece la pena cultivar la solidaridad social, reivindicar el derecho y la justicia y gritar como antaño en la opresión: «El pueblo unido jamás será vencido.»

 ¡Felices fiestas!

jueves, 24 de julio de 2014

Ante la muerte de Joseba Urbe García en Zirauki, el 16 de Julio del 2014




Hablamos por fidelidad,
hablamos por cariño,
hablamos y nuestra voz se quiebra,
tanto dolor nos abruma,
sólo queremos llorar.


Si nuestras lágrimas
fueran como el agua fecunda
que viene del cielo
y despierta en la tierra
una cosecha copiosa...


¿Dónde está Dios?
No es justo.
Todo discurría ligero,
¡éramos felices!
y hemos descarrilado.
Llorar con todos los que lloran.
«Tanto dolor se agrupa en mi costado,
que por doler me duele hasta el aliento...
...lloro mi desventura y sus conjuntos
y siento más tu muerte que mi vida.» (Miguel Hernández)


Pero si estaba en la piscina hace nada
y todos le reclamaban para jugar al baloncesto,
y él, fiel a su tarea, que tan agradecidamente había acogido,
de tirar adelante con las tierras familiares,
marchaba a su viña para fumigarla.


¿Qué ha pasado?
Aperos viejos...
Como si sobrasen los recursos
para adquirirlos nuevos.
¿Quién iba a pensar?


Querida Gloria... tus quejidos:
—«¡Yo debería estar en tu lugar!»
Y en el mismo escenario contemplamos
a tu sobrina Arantza amamantando tiernamente a Nahia.
Una madre está para dar vida no para dejar que se vaya.


Desde que nos enteramos de su muerte,
las imágenes de Joseba
afluyen como un torrente en crecida
a nuestra memoria,
¡tanto le queríamos y tanto nos duele!


Cuando uno evoca a otra persona
puede que recuerde algo que dijo
o algún quehacer que realizó;
todos hemos ido poniendo en la mesa común
mil historias vividas con Joseba.


Personalmente no tengo palabras sonadas
ni hechos ocurrentes o grandes,
sólo una imagen recurrente
de las fiestas patronales del pasado año,
ese tiempo singular que propicia el brote de pasiones con más espontaneidad.


Bajaba después del concierto al txabiske
para cenar con los amigos del Huracán
y subía Joseba por las escaleras de la Plaza
con un templillo bueno bueno y con una sonrisa... ¡una pasada!
y nos fundimos en un abrazo y un montón de besos.


Decían los clásicos latinos:
«Vultus speculum animi est.» (El rostro es el espejo del alma)
Y acertaban en el caso de Joseba,
el corazón rezumaba por su rostro
y lo llenaba y te llenaba entero.


Entre tortillas de patata,
que ni hechas por Arguiñano serían más suculentas;
y paisajes de ensoñación,
como indómitos peñascos en el océano
que semejan las montañas Aleluya, sagradas y levitantes, de la película Avatar,


Joseba acunaba el proyecto
de zambullirse en las fuentes
de esa cultura milenaria de Tailandia.
¿Quién mejor que los amigos para compartir
ese bautismo rejuvenecedor y fecundante?


Joseba soñaba en lo profundo y lo pintaba
en esos escenarios virtuales de twitter y facebook,
como un chico enamorado de la vida
que sabe guiñar un ojo mientras comparte vacilando
una zanahoria con un bóvido de las Highlands.


Feliz por estar enamorado de la vida
cantando con David Bustamante
esa primicia de su nuevo álbum:



«Feliz con lo que tengo,
feliz con lo que siento.


Es que cada momento está lleno de ti.
Completamente libre,
mil sueños imposibles.
Soy dueño de la luna
si estás cerca de mí...»
Todo chico joven tiene sus ídolos,
puede ser Fernando Alonso, ¡de vértigo!
o un guardameta de antaño como Zubizarreta
o un central como Sergio Ramos,
pero el sueño que deseaba alcanzar Joseba era él mismo, él era su sueño.


En su experiencia profesional en Estados Unidos,
en su viaje breve pero aprovechado a Escocia,
había experimentado la vocación universal del ser humano,
pero siempre guardaba sus raíces
con elegancia y fidelidad.


Antes que nada, amaba con delirio a su madre
y se entregaba para que ella pudiera vivir
y descansase de tantas labores para levantar a su familia,
pues los esfuerzos no son pocos
en un hogar monoparental.


Prematuramente se fue Pepito de nuestro lado
allá por el año del Señor, 1995.
Pero una mujer y una madre es todo donación y vida.
Y amaba esta entrañable villa de Zirauki
como se ama a la que nos dio el ser.


Amaba a sus amigos;
¿quién mejor que ellos para compartir
de fin de semana por Iruña
unos pinchos sabrosotes
y unas cañas refrescantes?


No creo que en las cervecerías de la capi
sea fácil encontrar una de marca Best,
que tanto le gustaba,
como el mítico e increíble futbolista del Manchester United,
aunque fuera un irlandés de Belfast.


Amaba a su equipo de fútbol
y cuando renació hace ya cinco años
no dudó ni un instante de entregarse a él.
Si con el Oteiza había llegado a tercera,
¿por qué iba ser distinto con el Zirauki?


Amaba a los niños:
¡Cuántas veces se paraba y jugaba con ellos!
Este diálogo intergeneracional
es una de las grandes riquezas
de las villas humildes y recoletas de nuestra tierra.


Con su sobrinilla Olaia, ¡qué gozada!
La sacaba a pasear muchísimo al parque, a la piscina.
El mismo día de su partida jugando con ella:
—«Bat, bi, hiru...»
y al agua como los patos.


Este chaval era todo cariño,
rezumaba cariño por todos los poros de su ser,
y él, que era espabiladillo,
lo sabía muy bien.
Estaba contento de ser una buena persona.


Además era un chico profundo
y muchas veces comentaba
que, entre todos los valores, apreciaba la fidelidad,
por eso le resultaba difícil de digerir
la deslealtad, la traición y el engaño.


¡Qué pena que conforme nos vamos haciendo mayores
y, consiguientemente, instalando,
se nos vaya olvidando esto, que es de sentido común,
aunque también es cierto que el amor es un don tan admirable
que nunca estaremos a la altura para responder con reciprocidad.


Era profundo, y su deporte, el fútbol,
se convirtió para él en una mística
para situarse ante la vida.
Fíjate, si no, cómo pensaba
desde su puesto de portero:
«¿Qué es ser portero?
Es permanecer solo bajo tres palos;
es ser el menos reconocido por el equipo;
es saber que tus intervenciones no cuentan como los goles,
pero tus errores sí.
Es poder ser el héroe
cuando todo está perdido;
es saber que en los penaltis tú eres decisivo;
es saber que en cada portería hay sólo uno,
¡y has logrado llegar hasta ahí!
Es saber volar sin tener alas.
¡Es ser un ángel salvador!»
Pues mira, queridísimo Joseba,
¡tantas veces que te tuve en brazos cuando eras niño!,
eso serás siempre para nosotros, ¡un ángel en el cielo!


Ahora ya no tendrás que brindar cada parada magnífica
a tu padre que está en el cielo,
simplemente te reíras con él
y gozarás de su encuentro y de su abrazo,
que tantas veces añorabas.


Te has ido, dulce amigo,
para plantarte de una manera misteriosa y desconcertante
más dentro de nuestro corazón,
¿Acaso es egoísmo decir
que no queremos decirte a-Dios?


Tú eras creyente, creías en Dios,
«en quien vivimos, nos movemos y existimos,»
y te has ido a vivir en él,
y como todo el empeño de Dios es vivir en nosotros,
tú vas a estar más plantado que nunca en nuestro corazón.


Estabas contento cultivando las tierras familiares
que tu tío Ezequiel hace un año dejó
como antes lo hiciera tu padre
en una muerte tan temprana,
y te alegrabas de tu primera cosecha...


Pero seguro que en el cielo
te vas a alegrar muchísimo más
de la cosecha que tu vida y tu semilla
van a producir en nuestro corazón
abierto y desgarrado ahora para acogerla.


Joseba, no queremos decirte a-Dios,
¡te queremos muchísimo!
¡Nuestro corazón sangra dolorido!
Pero Dios te quiere más y mejor que nosotros,
y hará por ti lo que nosotros no podemos hacer,


devolverte la vida a borbotones,
y nosotros seguiremos escuchando tu trombón de varas, en la «Galtzarra»,
o más marchosillo en «Beti Berandu»
y sonreiremos mirando al cielo
como cuando tú lo hacías de portero obsequiando a tu padre.


Dios, que te creó en las entrañas maternas,
Jesús de Nazaret, que entregó su vida para que tuvieras vida eterna,
y el Espíritu Santo, que misteriosamente nos cubre con su sombra,
te guarden siempre en su amor
y colmen tu vida en el cielo hasta su plenitud.

(Homilía en el funeral de Joseba en la Parroquia de San Román y Santa Catalina de Zirauki)